Como ya os he dicho, nací en Madrid, el día 9 de mayo de 1883, en el seno de una familia, yo diría perteneciente a la burguesía liberal e ilustrada de finales del siglo XIX. La familia de mi madre era propietaria del periódico madrileño El Imparcial y mi propio padre, don José Ortega y Munilla, fue periodista y director de dicho diario.
El hecho de haber nacido "sobre una rotativa" y el de que me criase también en una familia tan íntimamente conectada con la actividad periodística, fueron hechos que, con el tiempo, se convirtieron en algo esencialmente ligado al desarrollo de mi formación intelectual y a mi forma de expresión literaria. Porque, una gran parte de mis escritos filosóficos, e incluso gran parte de mi actividad profesional, van a desarrollarse en contacto con el periodismo.
Tras aprender las primeras letras en Madrid, con don Manuel Martínez y con don José del Río Labandera, en 1891 fui enviado a estudiar el Bachillerato al colegio que los jesuitas regentaban (y siguen regentando) en la barriada malagueña de El Palo. Este hecho maracrá también mi formación vital.
En primer lugar, el contacto con los jesuitas y sus enseñanzas, me atrevo a decir produjeron en mí el mismo efecto, la misma reacción que los producidos casi cuatro siglos antes en otro antiguo alumno de los jesuitas: René Descartes. Descartes, sin dejar de reconocer la deuda contraída con sus profesores de La Flèche, reaccionó contra la formación recibida de ellos. De esta conciencia del poco fundamento de la ciencia recibida nació su obra personal y, con ella, su proyecto de reforma de la filosofía europea. Del mismo modo, también yo reaccioné con el tiempo contra la formación adquirida en mí infancia.
Arriba, el Colegio "San Estanislado de Kostka" de El Palo (Málaga), en el que ingresé, juntamente con mi hermano Eduardo, el 3 de Septiembre de 1891, y en el que finalicé el Bachillerato. En el Curso 1894-95, se unió a nosotros mi hermano Manuel. Dicen que yo fuí el alumno más brillante que ha tenido el Colegio en toda su historia. No quiero presumir de nada, ahora que ya estoy muerto, pero es muy posible que sea verdad.
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