viernes, 11 de julio de 2008

MI VIDA PÚBLICA


Hasta 1910 mi vida permaneció en el ámbito de la esfera privada. A partir de ese momento, comenzó mi vida pública, que hube de distribuir entre la docencia universitaria y mis actividades extra-académicas, culturales y políticas. Debo decir también que, antes de entergarme en cuerpo y alma a mi Cátedra de Metafísica en el viejo Caserón de San Bernardo, disfruté de una segunda pero esta vez breve estancia en Alemania. Pero mis inquietudes políticas afloraron pronto en mí, y en 1914 fundé la Liga de Educación Política Española, con la que intenté llevar a la práctica mis proyectos regeneracionistas desde posiciones democráticas. Ese mismo año publiqué Meditaciones del Quijote, mi primer libro. En 1916, fuí cofundador del diario El Sol, y en 1923, justamente el año del comienzo de la dictadura del general Primo de Rivera, fundé y dirigí la Revista de Occidente.

Mi enfrentamiento doctrinal con la política de la Dictadura me condujo, en 1929, a dimitir de mi Cátedra universitaria y a continuar mis clases en la "profanidad de un teatro", clases que más tarde se publicaron bajo el título de ¿Qué es filosofía?”. De esta manera, forzado por las circunstancias, me convertí en uno de los primeros filósofos españoles que impartió su filosofía ante el gran público. La crítica dijo después de mí que, para esta tarea, era yo quizá el filósofo más indicado, pues en mí se daban parejas las dotes de un gran filósofo y la capacidad de hacer asequible la filosofía a cualquier hombre culto. En cuanto a lo de “gran filósofo”, creo que no todos pensaban lo mismo. Incluso ha habido gentes, ciertamente de muy escaso cerebro que llegaron a decir que yo no era un filósofo porque “carecía de sistema”. No es por nada, pero qué sabrían tales gentes lo que es un sistema filosófico.

En 1930, coincidiendo con la "dictablanda" del general Berenguer, escribí contra él el que se hizo famoso artículo titulado "El error Berenguer", y que terminaba con la no menos famosa frase "¡Delenda est Monarchia!". Bueno, en realidad, debo confesarlo ahora desde mi tumba, con independencia de aquel craso error, contribuyó sin duda a la inspiración de la citada última frase, lo que me dijo aquel cretino del Rey Alfonso XIII. Tras preguntarme, en una audiencia, “¿y usted que hace”, a lo que yo contesté, “explico Metafísica”, aquel regio indocumentado, tuvo la ignorante desvergüenza de inquerir de nuevo: “Y eso, ¿qué es?” . Aquel mismo día comenzó a fraguarse en mi mente lo del "Delenda est Monarchia”. Recuperé mi Cátedra y mi participación en la política activa, desde entonces, fue en aumento, hasta el punto de convertirse en el centro de un grupo de intelectuales que propugnamos el advenimiento de la II República Española. Así, en 1931, llegada la República, fundé, junto con Gregorio Marañón y Pérez de Ayala, la Agrupación al Servicio de la República. Gracias a la Agrupación fui elegido diputado a las Cortes Constituyentes por la provincia de León ¡Que gran Provincia aquella, y que gran honor para mí!. En el suyo, en su honor, escribí también aquel artículo literario: “Cuando salimos de León…”, en el que hablo del Paseo de Papalaguinda. Pero, una vez más, se repitió la paradoja de todo filósofo "metido en política": En las Cortes se me oía, pero no se me escuchaba, ni mucho menos nadie me seguía. La desilusión que me produjo la vida de diputado, me llevó pronto a retirarme de la política activa y a disolver la Agrupación. Debería haber escarmentado con lo que aconteció a Platón, que tuvo que ver su voz desoída para comprender que, por desgracia, casi nunca las doctrinas políticas de un filósofo son atendidas por los legisladores o por los gobernantes.

Con ello, volví de nuevo a la actividad académica. En 1934, publiqué En torno a Galileo” y, en 1935, recibí un homenaje de la Universidad. Dijeron entonces que yo era ya la figura más sobresaliente del panorama filosófico español del momento. Y en el mismo año, 1935, publiqué uno de mis libros más importantes: Historia como sistema”. Si alguno, aún no lo ha leído, por favor, para vuestro propio bien y, sobre todo para el bien de España, no dejéis de leerlo. Podréis observar que la historia “se repite”. Hasta otra ocasión, queridos españoles, y que no os pase nada con las actuales lumbreras que os gobiernan. No son filósofos, precisamente. Son un hatajo de bárbaros. José Oretga y Gasset.-

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